El estrés, poco o mucho, forma parte de nuestras vidas y puede llegar a ser perjudicial para nuestro organismo y para nuestra salud en general. Es una reacción natural de nuestro cuerpo. Nuestro organismo responde a los factores que lo amenazan y que pueden repercutir en la estabilidad física y emocional.
La piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo y, evidentemente, no se escapa de los efectos del estrés. ¿Qué provoca? El estrés produce una respuesta química que hace que la piel se convierta en más sensible y reactiva. Entre otras consecuencias, el estrés dificulta la curación de los problemas cutáneos (tipo psoriasis, el eczema o la rosácea) y puede hacer, incluso, que empeoren.
Signos del estrés en la piel
El estrés prolongado nos causa cansancio, fatiga e incluso un aspecto enfermizo. También existen signos del estrés en la piel, además de las famosas ojeras y bolsas en el contorno de los ojos. La piel cambia de color; con el estrés nuestro rostro puede cambiar su coloración original hacia un tono más pálido, amarillento e, incluso grisáceo. Este efecto se debe a que la piel posee unos receptores, que son sensibles a las hormonas que nuestro organismo produce en momentos de estrés, y que afectan a la nutrición celular.
Como ya hemos comentado, el estrés agudiza o empeora patologías cutáneas y hace que aparezcan nuevas como el herpes oral. Esta es una enfermedad producida por un virus que aprovecha la debilidad del sistema inmunológico causada por el estrés para reactivarse y causar molestas lesiones en nuestros labios.
Con el estrés también sudamos más. Nuestro cuerpo reacciona y las glándulas sudoríparas aumentan su actividad, sobre todo en la cabeza y en la frente, en las axilas y en las palmas de la mano. También cuando estamos estresados producimos más cantidad de la hormona cortisol. Esta hormona hace que nuestro cerebro indique a otra hormona (CRH) que estimule la liberación de grasa de las glándulas sebáceas que rodean los folículos pilosos. Por eso, con el estrés es posible que aparezca acné o que se agrave el ya existente.
Otro signo de un estrés continuado o crónico es el envejecimiento cutáneo. Nuestra piel reacciona, se torna apagada, con menor densidad, y se producen cambios en las proteínas, reduciendo su elasticidad y contribuyendo a la formación de arrugas y de manchas.
Cómo gestionar el estrés
Lo único que nos queda para hacer frente al estrés es saber gestionarlo e intentar revertir sus signos en la piel, mejorando su calidad y aspecto. En primer lugar, no se debe descuidar la piel y hay que cuidarla, hidratarla, protegerla y repararla con los productos y cosméticos adecuados (con antioxidantes). Tampoco se debe desatender la alimentación, ya que una dieta equilibrada nos puede aportar una mayor capacidad defensiva ante los efectos de los radicales libres.
Para manejar el estrés es recomendable practicar ejercicio físico con regularidad. Las actividades aeróbicas u otras disciplinas como el yoga o el taichí ayudan a controlar nuestro estrés diario y pueden llegar a contrarrestar sus efectos negativos en nuestro cuerpo y en nuestra piel. Aprender a meditar y mejorar nuestra introspección y autoconocimiento es, sin duda, una de las mejores opciones para mantener nuestra mente también en forma.
Dedicar tiempo a aquello que te gusta, aprender a decir que no, dar un paseo diario o dormir lo suficiente para tener un buen descanso, también son formas de gestionar el estrés y de minimizar las causas que lo provocan.
Tratamientos estéticos para el estrés en la piel
Otra forma de mejorar los signos del estrés en la piel y de renovarla y revitalizarla es a través de procedimientos estéticos como el peeling químico, la mesoterapia, el plasma rico en plaquetas o la hidratación profunda con ácido hialurónico.
Los peeling químicos son, generalmente, sustancias químicas con un pH ácido que se aplican en la piel para una seborregulación, para estimular la producción de colágeno o para mejorar las alteraciones de pigmentación, entre otros objetivos. En función del motivo, el especialista optará por un peeling superficial, medio o profundo.
La mesoterapia facial y capilar consiste en la combinación de vitaminas, aminoácidos y de minerales para regular el crecimiento celular, estimular la síntesis de colágeno y elastina y frenar la oxidación y el envejecimiento de la piel. El plasma rico en plaquetas promueve la regeneración celular ya que ayuda a nutrir y revitalizar los tejidos a partir de las plaquetas que se obtienen de la misma sangre del paciente.
La hidratación profunda con ácido hialurónico mejora la calidad de la piel en cara, cuello y escote y disminuye las pequeñas arrugas por el efecto tensor y de redensificación de la combinación de ácidos hialurónicos.
Lifting facial y blefaroplastia
Como ya hemos señalado la edad y el estrés afectan a nuestra piel y aceleran su envejecimiento: pérdida de elasticidad y grosor, surcos profundos entre la nariz y la boca, arrugas y grasa alrededor del cuello y caída de las mejillas. La cirugía puede ser una opción para devolvernos la juventud.
El lifting facial es una intervención que, dependiendo de cada caso, puede durar de dos a 5 horas. La anestesia es general o anestesia local con sedación en la mayoría de los casos y el postoperatorio oscila entre los 10 y 15 días, aproximadamente. El lifting o estiramiento facial es un procedimiento quirúrgico que consiste en retirar el exceso de piel en el rostro y cuello y tensar los músculos, para eliminar los signos de flacidez y mejorar el tono y brillo de la piel.
La blefaroplastia es la cirugía de los párpados y es muy efectiva para reducir los efectos del estrés en el rostro. A través de esta intervención se consigue una mirada más joven y se combaten los signos del cansancio, eliminando las bolsas y el exceso de piel de los párpados. Es una operación sencilla, con sedación local, de carácter ambulatorio, y que suele durar entre 30 y 45 minutos.
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